La tensión diaria mina inevitablemente nuestra salud y nuestros hábitos de bienestar, lo que para muchos se focaliza en un punto muy determinado: la mandíbula. Así es: según los expertos, apretar la mandíbula es uno de los efectos secundarios más comunes del estrés, y aunque nos puede ayudar bastante entonar uno de esos mantras a lo Gwyneth Paltrow –respiración consciente y meditación al canto–, no es una solución ni rápida ni infalible.
«Tras años con el hábito de rechinar los dientes, alimentado por el ritmo frenético de Nueva York, enérgicas caminatas con mis Manolos y una adicción al chicle Orbit, los dentistas me han advertido de que podría tener problemas de mandíbula en un futuro. En los últimos meses, además, el constante aprieta y afloja se ha acentuado más que nunca y al final del día siento la mandíbula muy tirante y cansada. Por no mencionar los dos nudos musculares, duros como rocas, que se me han formado a ambos lados de la cara, consecuencia directa de morder inconscientemente durante horas en el trabajo. En busca de ayuda y sabio consejo, recurrí a una de las mejores expertas en envejecimiento, la asistente médica Lisa Goodman, con clínica en Los Ángeles. Goodman –que es fundadora en Brentwood de la reputada clínica GoodSkin y antigua asistente en la sede de la Costa Oeste del famoso dermatólogo Harold Lancer–, me diagnosticó de un vistazo una sobrecarga en el músculo masetero y me dijo que si continuaba por este camino, desarrollaría “arrugas prematuras en el cuello, desproporción en la estructura facial y dolores muy agudos con los años”. Jenna Rennert
“Lo que hace el bótox es paralizar el músculo y disminuir así su actividad”, matiza Michael Apa, cirujano dental, y coincide en que este hábito “a la larga desgasta, desconcha y mueve los dientes, y en casos severos incluso causar la pérdida de alguna pieza”. El doctor recomienda a menudo este mismo protocolo a muchos de sus clientes –entre los que se cuentan celebridades, músicos y popes de los medios– como parte de un tratamiento integral que ofrece en su clínica del Upper East Side neoyorquino. Y aunque las férulas dentales y otras eficaces intervenciones aún son parte esencial de los tratamientos más globales y a largo plazo, la neurotoxina es quizá el modo más rápido y eficaz de aplacar el dolor. Además, con el tiempo y si se inyecta con regularidad unas cuantas veces al año, puede incluso llegar a ‘reeducar’ los músculos para que dejen de apretar.
Más allá del alivio instantáneo, las inyecciones de bótox en la zona “pueden aportar otros beneficios estéticos”, añade el doctor, ya que dan como resultado un rostro más afinado y cambios para bien que pueden llegar a ser muy significativos. Goodman, por su parte, afirma que el procedimiento puede incluso “ayudar a definir los pómulos” ya que al suavizar los músculos de la mandíbula, el hueso se ve más pronunciado y esculpido.
Aunque a esta intrépida redactora de Vogue el tratamiento le funcionó a las mil maravillas, no es apto para cualquiera. Tanto Apa como Goodman destacan la importancia de acudir siempre a profesionales médicos y dentales y buscar un diagnóstico definitivo antes de someterse a las inyecciones. Pero, por mi parte, me agrada comunicarles que mi mandíbula sobrecargada y mascando chicle compulsivamente entre carreras por Nueva York en stilettos y constantes consultas al móvil… ya es, oficialmente, historia.
Fuente: Este artículo fue originalmente publicado en Vogue.com